Tuesday, October 16, 2007

el beso de Babel



Ahora las nubes se difuminan en el horizonte, un día tras otro, paso lista al calendario y las faltas de asistencia son siempre inexistentes. Puedo apreciar con detenimiento cada amanecer, cada aurora, cada veta rojiza por sorpresa, los cerúleos imponentes y estables, el empolvado algodón y tímido de las nubes que quieren ser por segundos niebla… sólo algunos días, la lluvia, huidiza, mi eterna amante que se niega a bañar mis pupilas enamoradas de húmeda humedad en el ambiente.
La pasada tarde cayeron las primeras hojas perfectas de otoño. Descendían despistadas como recortadas por unos dedos de cuatro años en sus primeras clases de colegio. Los tonos, como siempre, entre canelas y calderos, como cada año, los colores se visten de uniforme tras la primera y el amarillo verano. Las hojas perfiladas y despeinadas, ejemplo de otoño reclicado.
El azul brillante inunda mis mañanas tras cruzar la transparente barrera de los espejos para rodearme con los primeros besos helados de un invierno impuntual pero por suerte inminente. Los brillos se apoderan de los encerados y se disfrazan de verde como los olivares que enmarcan cada una de las ventanas y vidrieras. El polvo de la tiza se ha mudado a mi nariz y ha decidido quedarse para siempre tras hacerse amigo de mi infinita sonrisa. La alegría se viste de monemas y la literatura de ilusiones maravillosamente realistas, fuera ya de inútiles sueños de románticos inspirados, ahora en mi momento posmoderno, disfruto del humor absurdo y la hermafrodita mezcla del collage electrizantemente natural de la realidad real. Los pasillos enormes, larguísimos, colmados de vida, de mi vida, mi objetivo y objetiva, en concepto y actitudes, y la transversalidad olvidada, ahora competencia de juguete dibujada por mí… crisol de programaciones, caliz de presentes, sueños archivados, desorden de sonrisas por ausencia de suficientes anaqueles en mi biblioteca de Babel.

Wednesday, October 03, 2007

la liga rosa


Tras largas noches en vela, él se acostumbró a mi ausencia. Le resultaba difícil entender cómo mi tiempo libre había disminuido de aquella manera y, ahora sólo pasaba con él el tiempo estrictamente laboral, y el término estricto no estaba entre sus preferidos. Y no es que ya no le quisiera, más que nunca, pues ahora me llevaba cada día a un nuevo paraíso, a un nuevo capítulo de mi fabulosa temporada 2007. Pero lo cierto, es que ahora mis horas de ocio casi tienen nombre y apellidos… así es que ese fue el comienzo, me parece, la razón verdadera por la que ese ser plateado con sombrero elegantemente negro se rebeló y, sin más, un día buscó su aliad@.
Cuando me desperté tras una larga noche de alcohol ensortijado y estrellas en el cielo, observé el cataclismo. El DNI, su carta de presentación, aquello por lo que todo el mundo le conoce, había desaparecido. El lazo rosa que adornaba su tiesa y erguida antena ya no estaba. No pasaron más de cinco minutos cuando tuvo que confesar que no había sido él, no él sólo, al menos. Alguien desconsolad@ por el cambio de los tiempos quizá, porque aún no han empezado las lluvias, porque aún sigue en vigor la talla 34, alguien que aún no sabe de qué color son los besos…quién sabe… Aquel individuo/a habia sido “la mano” de aquella operación. Se habían aprovechado del frágil corazón de hojalata de mi cochero y confundieron al mecánico ser más entrañable en un ser celoso de mi nuevo horario. Ahora él se niega a contestar quien fue el individuo/a que le pudo convencer para perder el trozo de seda rosa… Y yo me pregunto ¿quién fue quien tan cuidadosamente fulminó el nudo del lazo?
Quitó el nudo con cuidado y dejó la antena como acariciando el acharolado techo azabache. ¿Para qué? Empiezo a pensar que aquello quizá no fue una gamberrada. Quizá el Mini esté aún más confundido, embelesado, engañado por un ser de inteligencia superior, y sea ese/a quien, por razones que desconozco, realmente deseaba la liga rosa. El objeto del robo sigue siendo desconocido, al igual que el ladrón y por supuesto, los motivos.
Sea quien sea, no dejamos de aplaudir su evidente originalidad. Por ello, se ha merecido esta pequeña nota en la que lo recuerd@. Ahora nada mejor que un nuevo lazo, de repente, como sorpresa, para adornar cualquier mañana entre niebla y lunares de lluvia su bella antena, espectacularmente tiesa.
Queda recogido el testigo.