No sé si serán las hormonas, el cambio climático, la llegada del verano o mis recién cumplidos veintiséis años, lo cierto es que llevo un tiempo notando que algo está cambiando, mi vida está cambiando. Reacciono diferente ante estímulos que creía conocidos. He dejado de pensar en recurrentes asuntos que encorsetaban mi mente para pasar a soñar y a vivir un hermoso presente o al menos construir un presente decente.
Actualmente, considero que es francamente complicado conseguir ese estado de perfección que llevo soñando desde que tengo uso de razón.
La vida perfecta en el momento perfecto se desvanece en este mundo de caos intermitentes y desprevenidos coletazos de un tiempo absolutamente desenfrenado. Somos herederos de sueños estables, maridos dieciochescos, amores literariamente románticos, de hogares galdosianos a la lumbre del calor de un hogar infranqueable. Ahora el posmodernismo mezcla cada uno de estos valores y nos encontramos perdidos en un rompecabezas en el que poco tiene sentido. Los valores están desperdigados entre espejismos de lo que pudo ser y no fue. Y como no fue, es necesario ser consciente cuanto antes de que es preferible no reescribir la historia sino escribirla mejor cada día.
Intento ahora cumplir uno de mis mayores sueños. Quizá encontrar la pareja perfecta sea la “odisea” del siglo XXI. En este mundo mecanizado, el tesoro de los sentimientos es más que nunca un valor en alza, por ello he decidido no dejar de vivir y cumplir mis sueños esperando que el destino me regale un ángel que me acompañe en el camino. Yo misma crearé mi particular hombre fabuloso. “Yo seré tormento y amor”, como dijo la fabulosa Olvido.
Y, de repente, no pude evitar sorprenderme cuando la idea decidió mudarse a mi cabeza y me preguntaba como no había pensado aquello antes. No hay mejor forma de amor que dar la vida por los demás. El término “demás” puede resultar un tanto amplio, por ello decidí quedarme con un solo individuo del grupo. He decidido adoptar a un niño. Estoy deseando que empiece a formar parte de mi vida. Me encantaría que fuese distinto a mí, no sé si algún día encontraré al compañero de mi vida pero espero que para ese entonces pueda ir acompañada de mi compañero menor, mi pequeño bebé africano. No me parece mejor manera de cumplir mi sueño de ser madre. Mi vida perfecta es mía y yo misma reescribiré mi particular hogar galdosiano y reinventaré el huracán que supone ser un romántico.
Ya tengo lista de candidat@s para los padrinos, mis amig@s están siempre y en todo, ando buscando un buen nombre masculino. Con respecto al candidato de padre, es cuestión sólo de confiar en alguien, menuda palabra, entre tanto me gusta soñar con los caballeretes ingleses…
Actualmente, considero que es francamente complicado conseguir ese estado de perfección que llevo soñando desde que tengo uso de razón.
La vida perfecta en el momento perfecto se desvanece en este mundo de caos intermitentes y desprevenidos coletazos de un tiempo absolutamente desenfrenado. Somos herederos de sueños estables, maridos dieciochescos, amores literariamente románticos, de hogares galdosianos a la lumbre del calor de un hogar infranqueable. Ahora el posmodernismo mezcla cada uno de estos valores y nos encontramos perdidos en un rompecabezas en el que poco tiene sentido. Los valores están desperdigados entre espejismos de lo que pudo ser y no fue. Y como no fue, es necesario ser consciente cuanto antes de que es preferible no reescribir la historia sino escribirla mejor cada día.
Intento ahora cumplir uno de mis mayores sueños. Quizá encontrar la pareja perfecta sea la “odisea” del siglo XXI. En este mundo mecanizado, el tesoro de los sentimientos es más que nunca un valor en alza, por ello he decidido no dejar de vivir y cumplir mis sueños esperando que el destino me regale un ángel que me acompañe en el camino. Yo misma crearé mi particular hombre fabuloso. “Yo seré tormento y amor”, como dijo la fabulosa Olvido.
Y, de repente, no pude evitar sorprenderme cuando la idea decidió mudarse a mi cabeza y me preguntaba como no había pensado aquello antes. No hay mejor forma de amor que dar la vida por los demás. El término “demás” puede resultar un tanto amplio, por ello decidí quedarme con un solo individuo del grupo. He decidido adoptar a un niño. Estoy deseando que empiece a formar parte de mi vida. Me encantaría que fuese distinto a mí, no sé si algún día encontraré al compañero de mi vida pero espero que para ese entonces pueda ir acompañada de mi compañero menor, mi pequeño bebé africano. No me parece mejor manera de cumplir mi sueño de ser madre. Mi vida perfecta es mía y yo misma reescribiré mi particular hogar galdosiano y reinventaré el huracán que supone ser un romántico.
Ya tengo lista de candidat@s para los padrinos, mis amig@s están siempre y en todo, ando buscando un buen nombre masculino. Con respecto al candidato de padre, es cuestión sólo de confiar en alguien, menuda palabra, entre tanto me gusta soñar con los caballeretes ingleses…