Saturday, April 05, 2008

invisible, de cera... transparente


El tiempo me demuestra en cada golpe de segundo que no se despista entre cambios de clase. El retraso y la impuntualidad es sólo cosa de humanos. Me siento tan bien y tan responsable que creo que mi satisfacción ha sido mi particular regalo de cumpleaños casi un mes más tarde de soplar las velas en mi tarta de almendra y fresa. Un regalo algo egoísta que solo yo puedo manejar y dosificar.
Las gotas del agua hirviendo se resbalaban sobre mi piel y no dejaba de pensar en cómo el rocío se desprendía del invierno de las nubes y coqueteaba con la tierra en primavera, en este abril de rayos apresurados y sol demasiado apasionado, con mi particular significado del término, de aquella manera similar a la de quien escribía jotas por g estipuladas.
Y la primavera llega, cargada de humores, amores, olores, instantáneas, diarios de otro tiempo, el mismo olor a tierra sedienta y el mismo maravilloso baile de gotas de agua anheladas, semitransparentes, casi inexistentes. Aún no he percibido el fabuloso olor del azahar del atardecer, aún me resguardo en mi particular invierno de invento y aún sigo soñando con los paseos del añil atardecer. Aún con tilde es una palabra que debería eliminar urgentemente de mi vocabulario, por algo parecido a ahora. El ahora me enamora. Inevitablemente. Incontrolablemente. Y de repente: t
u fresca sonrisa. Destellos desconocidos en la mirada distraen mi línea recta y me embeleso y me embelesan de brisa limpia que me envuelve el pensamiento, deseos de nadar y volar… como las aves, en el mar, al mar.
Aún más: la noche se vistió de estrellas bien dispuestas y el patio se presentó desnudo hace unos días. El viejo muro encalado me acarició la cintura mientras yo me enamoraba del almendro que se engalanaba de rosas blancas de cera en sus yemas. Las hojas se retorcían como si fueran gitanillas de antiguas postales en blanco y negro. La obra de arte se quedó tallada en mi alma y me acompaña en cada respiro, en cada pálpito de mi tiempo.
El tiempo, mi tiempo se dilata en la virtual idea de besar las benditas yemas de cera con los labios reales de mi rostro, el mismo tiempo, los mismos besos, recostada en la pared, mismo sentimiento... nueva sonrisa, sin embargo. Bienvenida, primavera.