Sunday, August 27, 2006

paraiso sumergido


Cuando salí del hotel, miré al cielo agradecida que en mi semana de vacaciones secretas, la prensa no lograra encontrarme. Pero no fue del todo cierto, mis ojos verdes no habían terminado de parpadear cuando fui encontrada por un par de paparazzis. Asediada a preguntas, respondí algunas tan solo. Me siento en deuda con mis lectores, y no es justo que sean otras publicaciones quienes os den noticia mía.
El mes de agosto comenzó como una mala tormenta, nublados reales y ficticios, obligaciones, cero en tiempo libre, compromisos, cero en bronceado, solo mi melena rubia y mi cuerpo, en transformación milagrosa tras el mes en pilates, parecían estar a la altura de las circunstancias.
El viaje a Nueva York fue una guinda, tras él, destino frustrado a Egipto, y, aunque casi nadie lo supo, tengo que confesarlo, son ciertos los rumores sobre mi escapada romántica a Disney Land París. Y dicho esto, no tenía muchos más planes para finales del mes de vacaciones por excelencia en España, pero los planes se reinventan y así fue como acabé en el Mediterráneo.
El mar Mediterráneo ha sido durante mucho tiempo un destino olvidado para mí. Desde niña he veraneado en el Atlántico, encantada de pasar los meses estivales en Cádiz, en la desembocadura del Guadalquivir, en Sanlúcar de Barrameda, donde los anocheceres se visten de gala cada noche, donde se respiran las sonrisas..., pero este año me fue imposible acercarme a mi paraiso más querido, ya que a finales de agosto, me llamaron de Vogue. La revista iba a publicar en su número de Septiembre un reportaje de madres e hijas, mamá y yo habíamos sido elegidas, las fotos se harían en Benidorm. Una idea genial, hacía tiempo que no volvía los ojos al destino más auténticamente sesentero. El resto de la familia se animó y en un par de días hicimos las maletas, camisetas rayadas, azul marino, rojo ferrari y merceditas doradas. Destino: la costa blanca.
Benidorm es una gran ciudad, pero no satisfizo a la primera mis ideales urbanitas. Mucho fluorescente y metacrilato. Los mega edificios se asoman al mar orgullosos y no me sentí parte de todo aquello hasta que me dí cuenta que eran como hermanos menores de los rascacielos de mi adorada Nueva York.
El reportaje de Vogue trataba sobre como la gente normal también puede ser modelo, al menos por un día. Se trataba de exponer a madres e hijas vestidas por los mejores: Gucci, Dolce, Barocco... eran lo más apetecible y estaban entre las opciones. Milagrosamente, Dolce & Gabanna optó por nosotras antes de que nosotras suspirásemos por ellos. Por una tarde, las no-modelos pasaron a ser foto de portada. A la llegada, una pareja de gays vestidos de estampado negro y fucsia se acercaron, unos envíados de los italianos representaban a los astros de la moda en el Levante, nos miraron de arriba abajo, y con una sonrisa perdida y un hola de acento italiano, nos dieron la bienvenida al mundo de la moda. Tras un par de horas y varias copas de champagne, sentimos que habíamos dejado de ser no-modelos, y convertirnos para siempre en modelos de nosotras mismas, y así, imbuidas de alta costura, abandonamos la improvisada pasarela. Las fotos salen en Vogue España septiembre.
Tras la obligación, la devoción y así empezamos a disfrutar de aquella playa intensa, añil, bellísima, aunque no tanto como para superar el eterno azul griego. Mi semana ha servido para recuperar el brillo de mis ojos. Relax. De la playa a la piscina, y de la tumbona a la raqueta de tenis, genial opción para fomentar el bronceado y evitar que se manifiesten los excesos del verano. Y por la noche, visita obligada a las terrazas más cool de la playa, aunque la mejor, siempre Ku. Debería haber una en cada ciudad. Las palmeras y el chill en ella son tonificantes. ¿Sabe la gente que una amplia sesión de chill es tan beneficiosa para la mente como el mejor psicoanalista?
Y así, cuando mi piel de alabastro empezaba a tomar un leve tono dorado, surgió un accidente, en mi pecho empezaron a florecer unas manchas color fresa. Falta de protección, pensé yo, el médico opinaba lo contrario: alergia al sol. ¿Cómo podía ser? Después de veinticinco años de piel de playa, mi dermis estaba agotada de rayos ultravioletas, un pinchazo en el trasero, medicamentos, y pantalla total en crema para toda la vida, acabaron con mis ilusiones de bronceado Esteé Lauder, el erótico aceite desapareció de mis afeites y me obligaron a lo que yo ya adivinaba: nordic stile forever.
Mi piel resucitada destacaba entre los renegridos bronceados proliferantes en la ciudad, y, más que nunca, noté que deslumbraba. Los días se agotaban, pero Benidorm me deparaba aún otra sorpresa, la ciudad movió los hilos del destino para recompensar el daño en mi epidermis, y encontré todo lo que una dama desea. El mejor amigo de una mujer, cariñoso, encantador y bello, bellísimo. Se enamoró de mí y yo de él. Se hacía llamar Rufo, aunque es mundialmente conocido por mono verde africano. Dicen que una imagen vale más que mil palabras, por ello os regalo la foto de arriba para que podáis comprobar en nuestros rostros la felicidad con mayúsculas. El olvidado Mediterráneo hizo que nos conociéramos y por ello nos hemos ido a vivir a él, aunque con algunos cambios, dejamos Benidorm. Si quieren comprobar nuestro amor, visítennos. Destino: Saint- Tropetz.
Les recomiendo que sigan mis pasos, mi vida ha cambiado desde entonces, Benidorm ha sido el comienzo. Y ahora, Mediterráneo, besos dorados, achampanados, pantalla total, Rufo y yo, y el sol.

Monday, August 14, 2006

silencio



La roca es para siempre, como el diamante,
y la sal se diluye frágil en las aristas grises,
como siempre.
Quisiera disolverse en un rápido instante,
para siempre.
La erosión es como la muerte.
El mar espera quieto hoy,
quizá mañana la ola despierte,
sedado sedimento de la sal en silencio.
¡Silencio!... Que no se despierte.
Tesoros escondidos bajo las piedras,
sol de rayas ladeadas,
marineros de tela manchados de añil y celeste
y el cielo vestido de arena
pero el verde siempre intenso
siempre eterno recordando verte,
hoy dormido, y sin embargo, verde
eterna palabra borracha de protagonismo.
Vístete hoy de otra manera
que no quiero verte,
siempre eterno,
maravilloso verde.

Thursday, August 03, 2006

contabilizado


La siguiente parada era Egipto. Después de Nueva York, me apetecía perder de vista el asfalto. Necesitaba algo de sol, mi piel permanecía pálida. Buscaba brisa dorada, sol verdadero, pigmentos de luz en mi piel que solo podría adquirir allí. Pero, ese sería sólo mi pasatiempo en el poco rato de ocio que me iba a quedar libre. Mis planes iban trazados desde la agencia de viajes, una macro visita a restos, tumbas, pirámides y, como guinda, varios días en El Cairo. Deseaba viajar, aunque los pronósticos no eran esperanzadores. El panorama socio-político era desalentador, atentados, inestabilidad. El sol no me abría sus brazos. Urbanita sin remedio, preferí ser precavida y quedarme en España mientras planeaba en qué dedicar el tiempo del frustrado viaje.
Tenía un par de invitaciones para un acto en Córdoba sobre empresarios y empresas. Los jardines del Alcázar de los Reyes se vistieron un día más de gala, frescos; destilaban lágrimas sus pétalos, como nutridos hijos del rocío de la mañana del mejor amanecer de alguna playa. Subían al estrado empresarios provincianos, de alto vuelo y no tan alto. Las palabras brotaban como de las piedras. En aquella reunión todos tenían mucho que decir, la mayoría dedicaban la mayor parte de las horas de su día a su empresa, ese proyecto ábido de segundos, inmejorable opción para quien tenga problemas de aburrimiento. Me perdí, martini en mano, entre aquella marabunta que me abrumaba con sus narraciones orales, diarios empresariales, beneficios, ganancias, IVA, bancos, clientes, proveedores y, dinero. El ambiente absorvía a quien lo vivía y me sentí como abducida por el mundo empresarial. Todo aquello me hizo recordar mis particulares e intermitentes andaduras por el mundo empresarial hace un año. El verano pasado, en una empresa bastante grande dedicada al textil. Pertenecía al departamento de marketing. Cuando trabajas en una oficina, por mucho que te dediques al diseño, sin quererlo y sin notarlo, respiras ese aire de papel impreso que circula por las oficinas, que se impregna en tu ropa y que se mezcla con tus humores, creando, si permaneces allí mucho tiempo, un tipo social: el oficinista.
Hoy existen de muchos tipos, pero a mí particularmente, los que me resultan más interesantes son los que proceden del siglo pasado. De escuela setentera, de patillas anchas y pantalones de campana con veintitantos; ahora, la mayoría calvos y adornados con pequeñas gafas inamovibles al final de sus narices. Otro complemento importante de estos tipos, es una máquina hoy casi desterrada, en ocasiones ya objeto de decoración y productor de ruido inconfundible de aquellas oficinas: la maquina de escribir. Oir su tintineo es como viajar en el tiempo. Estos personajes se deleitan también con los archivadores grandes y de cartón donde guardar cada documento incontables veces cada día. De ellos son herederos toda esta generación posterior de administrativos y administradores de finanzas, licenciados, diplomados, auxiliares...
Pasar el día en la oficina transforma tu visión del mundo. El oficinista no piensa como los demás, no piensa como un filólogo, ni tampoco como un veterinario o un médico, el oficinista piensa como si su ámbito de actuación fuese una hoja de cálculo. Su religión numérica se basa en un sólo mandamiento: la ley del debe y del haber. El mundo se mueve en torno a estas dos polos, estos macrocajones de la ficción numérica donde todo queda registrado a modo de memoria universal y perfecta, siempre equilibrada.
De ahí mi máximo interés por el mundo empresarial. no me apasiona pero, tengo que reconocer que el orden es una de sus mejores virtudes. El orden y la justicia aparente. Si sigues el mandamiento del "debe y el haber", el equilibrio es un hecho, nunca la balanza se derrama hacia un lado, como un tonificante flujo de energía regular, como una lluvia lenta y pareja, como el amor en su mejor faceta, una eterna correspondencia, un amor correspondido: esa es la oficina.
El orden, los cajones, la contabilidad, es como un teatro virtual de marionetas que funcionan incansables, manteniendo un ritmo incansable y productivo.
¿Sería conveniente que tomásemos nota de este micromundo y olvidásemos el caos que domina el nuestro? Quizá si fuésemos más interesados en todas las cuestiones de nuestra vida, si cumpliésemos firmemente el mandamiento del contable, nos aseguraríamos una estabilidad de por vida. Y, ¿aún así nos llegarían recibos devueltos al corazón? y... ¿quién sería el IVA? El IVA es interesante, es algo obligado, que nadie quiere pagar, pero que a todos nos beneficia, será entonces... ¿la conciencia? La conciencia es la cuerda que ata nuestros deseos, la conciencia es el aburrimiento, así es que después de esta disertación, llegué a la conclusión de que la conciencia, perdón, el IVA es el causante del aburrimiento que supone la oficina, bueno de quien lo tenga, claro.
Cuando me dí cuenta, la charla, la cena estaba casi acabada, reparían champán y yo sonrería al comprobar que mi mente seguía igual de imaginativamente fresca. Me alegré por mí y por mi viaje astral, que me permitió obviar el diario empresarial. Sería quizá, la magia del anochecer cordobés, bello, incansablemente cálido y de perfume, azahar.