Friday, December 28, 2007

Virus



“El dinero no lo es todo, pero es mejor que la salud. A fin de cuentas, no se puede ir a la carnicería y decirle al carnicero: -Mira qué moreno estoy, y además no me resfrío nunca; y suponer que va a regalarte su mercancía (A menos que el carnicero sea un idiota).”W. Allen.


Enamorada siempre de la inteligencia, decidí pasar el resto de mis días casada con Woody Allen, es lo que tiene pensar que el sexo sigue siendo lo más importante. Ciertamente, el dinero no lo es todo, la salud hay veces que se distrae en el paisaje y durante un tiempo así se quedó, ensimismada en otros horizontes, dejando la línea que dibuja el mío, intermitente… fue así como inauguré mis anunciadas vacaciones como profesora primeriza. El término primeriza me parece tan atractivo… creo que no hace mucho vociferaba que me enamoraba todo lo nuevo, y ahora de nuevo, resucitada, lo subrayo. Mis dormilonas pupilas, borrachas de antibiótico, se encandilan con los nuevos tactos, los nuevos olores, me embelesan los rastros a incienso y madera aunque, siempre el terciopelo de la piel hermosa, suave, producto inexplicable de mis suspiros, persiste en mi difícil escala de nuevos, aspirante empedernida a permanecer para siempre fija en el tacto de mis sentidos deseados, enamorados.
Mientras tanto, intentaba entender cómo sobrevivía a más de veinticuatro horas sin dormir. Reuniones eternas, comidas, padres y más padres, chritsmas, bacardi con cola, negación a dulces de navidad, cafés elevados a la enésima potencia, gintonics, nada de desayunos, poca comida, diminuta cena y más café, y las copas parecían cada vez más congeladas, como esculpidas con hielo, esculturas magnificentes que derramaban su escarcha entre mis húmedos dedos. Notaba el frío erizante que acariciaba lujurioso mis dedos pálidos y pequeños que deseaban ya en el fondo marcharse a casa y cerrar aquel capítulo eterno de relaciones nuevas y apasionantes porque me encontraba tan cansada... Y sintiéndolo mucho, tuve que confesarlo, señoras y señores: estoy derrotada.
Casi amanecía cuando yo plegaba mis pestañas, la cama era pequeña y nueva, una enorme ventana adornaba con diminutos lunares de luz la oscuridad de la habitación, dibujos surrealistas esculpidos por una persiana de plástico despistada, que dejaba pasar solo a algunos rayos de luz privilegiados que se asomaban a ver mi sueño rezumante de copas y cigarrillos bañados en perfume Dior agotado y derramado en mi vestido rojo que ya cumplía más de un día de vida en mí.
Al día siguiente ducha hirviendo, manzanilla que presagiaba e inauguraba mi nueva dieta de huelga estomacal. Lo siento, la suma de los colores da negro. Y, así, volví a casa acentuando la palidez de mis mejillas tras una noche cuanto menos inolvidable.
Un día intenso. Suma y sigue. Compromisos. A las diez de la noche se cumplían casi la friolera de más de treinta y seis horas en las que había cerrado sólo durante cuatro de ellas, los ojos. El último bacardi se despedía de mí desde el sentido del tacto. El hielo derretido que vestía el cristal me retaba a unos quince centímetros y mis neuronas eran incapaces de tocar los dedos de la cocacola light que se mezclaba entre otros con el humo del ambiente de lo que no recuerdo si era sábado o domingo.
Diez minutos más tarde llegué a casa a tiempo de no desmayarme en el camino, escoltada por un bello caballero, ángel custodio eterno de mis divertidos episodios noctámbulos.
Y poco más, desde entonces hasta ahora me encuentro sumida en una gastroenteritis aguda que me ha llevado de visita tres veces consecutivas al hospital y me ha regalado la sorpresa de un médico a media noche que entró por la ventana de mis aposentos la cándida noche del 24 de diciembre. Nuevas experiencias que colorean de gris la Navidad más paralítica en años. Dolores estomacales interminables, mil y un pijamas de todos los colores, besitos en la frente, yogur azucarado natural, consomé para siempre aborrecido y miradas de enamorado al pie de la cama. El toque glam del día: me siento como Kate Moss en su pasión por recuperarse de la alocada vida neoyorquiina… yo sobrevivo en la lejanía del sur de la península aunque, os aseguro, no menos controvertida, y elegantemente gris, por dentro y por fuera. Por último, mi año termina con un sueño cumplido: la felicidad. Sencillamente fabulosa e intensamente real. Para tod@s, os la regalo, no es justo ser egoísta con los dones que la vida regala, aunque permitidme que me provea con la cantidad suficiente para sonreír alguna vez más antes de que termine el mejor año que recuerdo haber vivido en mucho tiempo atrás.
Feliz Navidad y todo lo demás.
Love,
Majo Caracuel.

4 comments:

Anonymous said...

"Por último, mi año termina con un sueño cumplido: la felicidad. Sencillamente fabulosa e intensamente real"

Espero que así lo haya sido para tod@s y que 2008 sea un gran año para tod@s.

Un beso, Santi.

Anonymous said...

Como dijo un insigne personaje,"el dinero no es lo más importante en la vida, pero hay que ver lo caro que está todo".
Lo más importante en la vida sin lugar a dudas es la salud, si no tienes salud, lo demás no vale nada, absolutamente nada. Pero cuando ésta no te respeta y estás en la cama, ¿qué hay mejor que tener la mirada de un enamorado o enamorada a los pies de tu cama?.
Mis mejores deseos para tod@s y que 2008 venga cargado de salud y felicidad. Feliz 2008.

Anonymous said...

Santi estas enamorado???? Jo, yo q queria conquistarteee!!! Ja, ja. Es broma. Espero q todos termineis el año como él. FELIZ AÑO!!!! UN besito.

Anonymous said...

mAJO,TE HE DEJADO UN CORREO EN UN MESSENGER contándote qué tal el primer día ateniense.¿QUÉ PASA CON TU MOVIL? SIRVE O NO EL NÚMERO 661801xxx?uN BESO!!!