Mientras miraba la luna en el balcón de aquel segundo piso, que ahora se había convertido en mi casa, rogué que el tiempo no pasara, pues sabía que por instantes respiraba felicidad. Era una noche que se había enamorado de verano y coqueteaba con la brisa ligera y vaporosa de los cálidos anocheceres. Imitaba ese olor a añil que acaricia al viandante de aquella manera tan específica, en el mar. Pinceladas de algodón y sal marina recordada entre aquellas paredes blancas y tejados frustradamente bajos. Sólo el humo de mi cigarrillo, que serpenteaba tímido, quebraba aquel instante perfecto. Mientras, me apoyaba relajada mirando la luna, elegante, una noche más, casi como siempre, pensando en las sonrisas repetidas de aquel martes... y, me preguntaba cuánto tiempo duraría aquella específica alegría.
El frío de la noche me abrigó de tintes rojizos la nariz y las manos volvieron pronto al estado congelado que armoniza con los pequeños pies, y de repente, necesité urgentemente mi eterna bufanda. Algún reflejo me proporcionaba mi propia imagen lejana dejando atrás aquella noche engalanada de estrellas, despidiendo ahora tras el cristal impenetrable aquel guiño del presente. Me parece que aquella madrugada no fue el café el causante de mi insomnio.
Quisiera albergaros siempre, queridas endorfinas, aun a riesgo de perder mi profundo y confortable sueño. La felicidad: aún a veces me pregunto cuál sería el mejor concepto para definirla, eterna palabra. Aunque más aún me incumbe la ardua tarea de conseguirla, tremendo trofeo subjetivo, pero lo cierto, es que aún no acierto a saber, si continúa siendo hoy aquel ente transparente y ha dejado de ser un sustantivo abstracto. Mi débil respuesta se derrama en el realismo. La felicidad no se inventa y es mejor no soñarla… puede resultar contraproducente e incluso peligrosa. Los sueños crean sonrisas precisamente cuando te sorprenden, sólo entonces, de repente, los sueños viven en el desván de nuestra mente y sólo a veces dejan el pijama para pasar a las múltiples e incomprensibles realidades de cada día. El resumen de un instante incomprensible de sonrisa, sería la definición frágil de esa diosa invisible que todo el mundo añora y casi nadie enamora. Milésimas de segundos plenos, inolvidables por irrepetibles, quizá. Se escucha de lejos "La vie in rose", es momento de ir a dormir para vivir y dejar descansar lo que dejó de ser un sueño o para que al menos decida pasar vivo para siempre a mi recuerdo.