Friday, March 23, 2007

de tarde en tarde, 18 de marzo



El hombre más peludo del mundo se casa. La primavera ha vuelto, de la mano de un anticiclón luminoso y helado que rasga las pupilas y quebranta la epidermis. Mientras el tiempo decide volverse agradable, casi toca la lotería a mi amigo G, estuvo a un número de convertirse en un euromillonario y dejar de formar parte de la lista de “mileuristas”. Mientras tanto, mi amiga A y yo rebuscábamos entre las noticias callejeras que apuntaban a que G era el verdadero millonario. Llegamos a sentimos defraudadas porque pensábamos que era una estrategia de rico recién estrenado para eludir felicitaciones o rumores que pusieran en peligro los miles de euros o quizá a los dueños del alucinante premio. El mismo y descartado ex millonario, un día mas tarde, apareció ante nuestros atentos ojos que pensaban no volver a verle más, y tras comentarle nuestra absoluta y leve, levísima confianza en él, acabó diciendo que entendía la desconfianza propia de mujeres, y se alegraba, de manera absolutamente sinceramente, o eso dijo él, de que no le hubiese tocado, estaba seguro de que su vida actual era más feliz sin ese tumultuoso huracán de verdes euros.
¿Felicidad de sueño o miedo a encontrarse con una pesadilla aunque sea con dinero? Nunca lo sabremos, lo cierto es que el dinero aporta libertad, casi infinita y la libertad emborrona los límites del establecido mundo de cada uno, para bien o para mejor…

Mientras dilucidaba en qué cambiaría mi vida si hubiese sido yo la afortunada del premio millonario y me autoconvencía de que no necesitaría un psicólogo para asimilarlo, volvía mis pensamientos a mis recuerdos. Y me encontré a las tres y media de la tarde rebuscando antiguas cartas y fotografías intentando encontrar el rumbo de mis recién estrenados veintiséis años. En el desván, en el punto más alto de mi casa me dí cuenta de que quedaban cuatro años para cumplir la treintena; estaba también en el punto más álgido de mi carrera contra los años: un cuarto de siglo y un año más. El tiempo pasa sin remedio.
Mi cumpleaños aunque con planes fabulosos, perdió la fantasía cuando recordé que odio cumplir años. Las tartas, las velas, la gente alrededor mirándote bien o mal… es como revivir tres meses más tarde una navidad que por fin ha desaparecido del horizonte y que esperas no volver a ver al menos en los doce meses siguientes. Los regalos, los invitados, la comida, el formato…todo fresco y primaveral aunque creo ahora que yo estaba en el otro plano, en el del cambio climático, quizá. Mientras todos me miraban pensando eso de “quien tuviera veintiséis años” yo me desmoronaba intentando no llorar delante del heterogéneo grupo de viejos y jóvenes. Cinco minutos más tarde del cántico y el apagón de velas me miraba al espejo y comprobaba que no me sentía identificada con la imagen de mi espejo. ¿Quién tiene 26? Sueño con los doce, o los cuatro, incluso con el vientre de mi madre, vuelvo a la universidad, pero ¿quién quiere tener veintiséis años? Aún no entiendo cuál es mi cometido en esta cifra tan extraña, si hasta me encuentro mejor imaginándome con cuarenta y tres preciosos hijos varones!
Ni siquiera fui capaz de apagar el bosque en llamas que suponía los veintiseis fuegos que casi arrasan el pastel, es hora de empezar a comprar esas parejas de números que sustituyen la manifestación de velas. Fue mi padre quién me ayudó a apagar el incendio del 18 de marzo. Lo peor es que mi mayor deseo estaba en aquel apagón y una vez más se quedó medio apagado o medio encendido, a la mitad, como ahora, a la mitad más uno. Pero, si es cierto que el hombre más peludo del mundo se ha casado, supongo que también sea cierto que mi sueño aún puede cumplirse, lo malo es que ni con un boleto de lotería, ni dejando mi actual posición de mileurista podría conseguirlo, es un poco más complicado, y si sumamos mi mala suerte en el apagón... con reflexiones tan absurdas daba las últimas pinceladas a la que ya era la madrugada de mi cumpleaños. Por suerte, a la mañana siguiente me encontraba bastante mejor, un día más tarde me propuse olvidarme de el absurdo 26 y disfrutar lo que me quedaba del día. Ultimamente siento que ando mal de tiempo.
p.s. Gracias a todos los me llamásteis, a los que os acordásteis, a los que os habéis metido mil y una vez en a&p y seguíais viendo el "disfrazados insultados", para mis amig@s, os deseo desde el 18 de marzo, precioso número, las mil y una alegrías que busco cada mañana también para mí.

1 comment:

Anonymous said...

Sé qué hay en tus ojos con solo mirar
que estas cansado de andar y de andar
y caminar girando siempre en un lugar

Sé que las ventanas se pueden abrir
cambiar el aire depende de ti,
te ayudará, vale la pena una vez más

Saber que se puede, querer que se pueda,
quitarse los miedos sacarlos afuera;
pintarse la cara color esperanza,
tentar al futuro con el corazón

Es mejor perderse que nunca embarcar
mejor tentarse a dejar de intentar
aunque ya ves que no es tan fácil empezar

Sé que lo imposible se puede lograr
que la tristeza algún día se irá
y así será la vida cambia y cambiará

Sentirás que el alma vuela
por cantar una vez más

Vale más poder brillar
Que solo buscar ver el sol...

Diego Torres no puede estar equivocado. Majo; tus 26 son un regalo ; al igual que tus ojos verdes, tu inteligencia y ese corazón tan grande que tienes.Sonriele al mundo.