Friday, April 13, 2007

"ridiculus"

Me preguntaba si hace unos días Luis García Montero cuando jugaba a rimar palabras con caramelo pensaba que quizá la rima curase su malogrado ojo. Un juego que disfrazaba el orzuelo, que a su vez, era tapado por unas gafas oscuras que velaban la languidez de la mirada del poeta y lo hacían parecer descafeinado, aunque quiso conservarse entero en su eterno sentimiento, en toda la extensión, cosmopolita y siempre sentimental, un clásico posmoderno. Posiblemente no sea una locura pensar que horas más tarde el uso especial del término “caramelo” propiciase una repentina curación en los ojos del escritor.
El señor Potter hablaba de algo parecido. En la academia de magia más importante del mundo hacían desaparecer el miedo con una receta lingüística bastante socorrida y fácil. Cuando los temores más profundos se encuentren frente a ti, solo has de pronunciar, rotundo, un “ridiculus” alto y claro, convencido de que el término latino, con todo lo que tiene de espectacular nuestra madre lengua, haría desaparecer los terroríficos temores que acechan la tranquilidad del alma del ser humano.
Hacía más de veinte años que no veía ni hablaba con mi abuela. Me telefoneó y me citó para el día siguiente. Existe una infección en la sangre que se manifiesta en las capa más externa de nuestra piel en pequeños grupos de herpes que quiebran la epidermis, producen escalofríos, punzadas y fiebre. La afección es vulgarmente conocida como “culebrilla”. La mayoría de los médicos reconocen que la medicina aún no ha encontrado nada realmente eficaz contra ella, sin embargo, existen personas que son capaces de hacerla desaparecer en tan sólo nueve días.
Mi abuela aquella tarde quería dejarme un legado. Ella sabía aquel conjuro. La tradición dice que la oración debe pasar a un heredero con una supuesta sensibilidad especial y una fe fuerte como para poder creer en aquellas palabras enhebradas de magia y curar.
Cuando salí de casa de mi abuela, agarré con fuerza el papel en el que había escrito aquel legado, lo doblé mil veces en mi bolsillo, incrédula de sus posibilidades, abrumada por aquel cargo y amedrentada por tener que desempeñar algo relacionado con ese mundo oscuro al que tengo tanto miedo. En casa, escondí la oración en uno de mis libros, y pensé que allí habitaría mucho tiempo. Meses más tarde mi padre se aquejaba de picores punzantes en la espalda. Al mirarle me di cuenta de que aquello era uno de esos herpes. Jamás pensé que el incrédulo de mi padre me pediría al instante que le curase. Aunque más me sorprendió mi diligencia al buscar mi trozo de papel escondido, y que rezaría aquellas palabras en voz baja concentrada en no sé qué, pensando en las musarañas destruí los tres geranios necesarios, convencida de que todo aquel teatro servía para algo. Nueve días más tarde, nueve curas después, mi padre tenia la espalda limpia. Se había curado.
Lo creo porque fueron mis dedos quienes lo hicieron. Hace mucho tiempo ya que había dejado de pensar en magia, en conjuros, en brujas… no sé si más por miedo o por querer convertirme en alguien cuerdo. Ahora, sin embargo, creo que no somos conscientes del poder oculto de las palabras, quizá haya algo más detrás del significante y más allá del significado. Quizá los modelos triangulares, cuadrados y posteriores aún sean insuficientes. ¿Existirá una tela de araña que envuelva transparente la supuesta armonía de la sintaxis? Quizá no seamos conscientes que el uso perfecto de ciertos grupos de palabras puedan resultar mágicos o poderosos, quizá algo parecido a un romance medieval con adjetivos verdosos y un lenguaje algo paralítico pueda ser la llave para hacer desaparecer los herpes, quizá el caramelo poético sea el borrador de los ojos tristes y vidriados del orzuelo, quizá esté en el balcón de nuestros labios la manera increíble de reformar a nuestro gusto el mundo entero.

5 comments:

Anonymous said...

Conocía la historia, me la contaste hace tiempo y ya, en aquel entonces, no dudé en que tu abuela sabía lo que hacía al darte tal legado.

Si tu no tienes esa sensibilidad ¿Quién en este planeta la tiene?

Majo Caracuel said...

Mi querida Deke,
no sé si realmente soy apta para eso o si mi sensibilidad es tan sublime, creo que soy algo más sencilla, lo que sé es que precisamente tú, sabes y sacas siempre lo mejor de mí.Un besito

Anonymous said...

Chicas, necesito vuestras palabras mágicas. Supongo que lo sabeis. Espero veros cuanto antes.
Mil besitos.
Memo.

Anonymous said...

¿qué pasa? a ver si publicamos..ando sedienta de lectura from you

Anonymous said...

oye, majo, al final os habéis apuntado a la academia? cuando foquita editora y tú vayais, avisad, ok? Besitos para todas!