Andy Warhol decía: “… otra forma de ocupar más espacios es la de ponerse perfume. De los cinco sentidos, el olfato es el más cercano al dominio pleno del pasado. El olor puede realmente transportarte. Ver, oír, tocar, degustar, no son tan poderosos como el olfato si quieres que todo tu ser regrese por un instante al pasado Por lo general, no quiero hacerlo, pero al tener los olores retenidos en un frasco, puedo llevar un control y puedo oler únicamente los olores que quiero, cuando me da la gana, para recordar lo que en aquel momento se me antoja. Tan sólo por un instante. Lo bueno de la memoria olfativa es que la sensación de ser transportado cesa en el momento en que dejas de oler, de modo que no hay efectos secundarios. Es una manera muy limpia de recodar.
Antes, los olores de mi vida eran los que por casualidad llegaban a mi nariz. Pero entonces me di cuenta de que tenía que tener una especie de museo del olfato con el fin de no perder para siempre cierta clase de olores. Me encantaba cómo olía el vestíbulo del teatro Paramount en Broadway. Cerraba los ojos y respiraba hondo siempre que iba allí. Luego lo tiraron al suelo. Puedo contemplar todo el tiempo que quiera una foto de ese vestíbulo, ¿y qué? Jamás podré volver a olerlo. (…)”
Hoy he vuelto a recordar el olor del cigarro mezclado con la madera de mi ventana. Cada uno de los tornillos y del cristal semi transparente, encorsetado, semi perfecto, al marco que le tocó de compañero de por vida, quién sabe. Mismo escenario. De nuevo mis pensamientos perdidos entre literatura y lingüística. La carrera hoy más que nunca vuelve a comenzar. Misma meta y entre tanto, el pasado se desempolva preparado para un nuevo papel protagonista, fotos, fechas, garabatos, iconos de otras días resurgen y me distraen con su olor a papel viejo... y los sentimientos, perfectos, recientes como entonces. Una vez más el pellizco en mi débil estómago. Vuelvo a verte impasible en el horizonte, intacto en mi recuerdo, increíblemente atractivo, hombre de ciencias puras, idólatra de la cuadratura del indisciplinado círculo.
… y, cada mañana, un perfume, un viejo conocido visita mi dolorido olfato. Los rastros de menta de mi jabón me llevan de la mano al pasado y vuelvo a aquel pequeño lavabo blanco y espejo de plástico de la facultad... Mañanas frías en los pasillos desvencijados de filosofía y letras, amor soñado, esperado, libros de cartón, la misma espera, las mismas letras, yo misma, una vez más frente al espejo. Hay veces que siento que el tiempo se ha enamorado de mí, y me impide avanzar, receloso. Quizá yo tenga razón y no llegue a hacerme vieja. Las manillas del reloj me atan sin remedio, y se niegan a marcar mis segundos. Me encuentro en la ventana, escudriñando cada segmento por donde se escapa el aire... ha llegado el momento de desatar mis muñecas del desquiciado laberinto, del inalterable bucle que esclaviza mis sentidos al tacto empolvado, al parpadeo húmedo, a saber lo que ocurriría de nuevo. Odio escudriñarme en el espejo y conocer lo que veo, mismos latidos, tan conocidos, tan aborrecidos, aquellos que tanto amé y ahora me odian a mí o quizá sea yo quien haya empezado a conocer la abominable palabra y me niegue a hacerla pasar al vestíbulo de mi diccionario.
Un brindis por la retórica, ya se sabe, "vivir es ver volver".
Majo Caracuel