En el camino existe una leve colina en la que se dibujan tres árboles. La fotografía digital debería haberse inventado allí. Supongo que algún pintor de imágenes pudo haber soñado algún día con captar ese caos de luces enfermizamente reales. Cada mañana, cada medio día, el sol baila entre los troncos ariscos, y me enamoro de los claro oscuros transparentes que regalan dinamismo a unos supuestos inamovibles seres.
Y yo me pregunto, si puedo sentir el movimiento de su sangre en la lejanía de mis arterias qué fuerza poderosa ata sus raíces a la eterna y árida tierra amarilla
No sé.
Bienvenidos al paraíso. Hoy el día parece embravecido. El azul se ha vuelto impertinentemente intenso. Ha decidido cegar mis responsables pupilas… y la niebla me visitó solo un momento. La lluvia, protagonista de la jornada, vino desairada, egoísta y presumida, y cuando empezaba a hidratar mis mejillas, desapareció, de repente. Sentí lo que siente el vaso que espera la gota de agua o el beso que espera besar o ser besado. La espera. El que espera, me parece que desespera y yo, siempre he tenido muy mala paciencia.
Y yo me pregunto, si puedo sentir el movimiento de su sangre en la lejanía de mis arterias qué fuerza poderosa ata sus raíces a la eterna y árida tierra amarilla
No sé.
Bienvenidos al paraíso. Hoy el día parece embravecido. El azul se ha vuelto impertinentemente intenso. Ha decidido cegar mis responsables pupilas… y la niebla me visitó solo un momento. La lluvia, protagonista de la jornada, vino desairada, egoísta y presumida, y cuando empezaba a hidratar mis mejillas, desapareció, de repente. Sentí lo que siente el vaso que espera la gota de agua o el beso que espera besar o ser besado. La espera. El que espera, me parece que desespera y yo, siempre he tenido muy mala paciencia.
Obligada, pues al inminente cambio climático, mi enamorado corazón de invierno se desnuda… y sin ropa alguna, la electrizante brisa de noviembre se apoderó de mi transparente silueta. Casi etérea, decidí volver a abrigarme y esperar lo que el sol, el tiempo, la lluvia y todos los demás quieran.
Una taza de paciencia y un pistacho de escapismo: un paraíso con paraguas, un invierno desvalido… es mucho decir, el invierno es mío, sólo mío. Después de todo, ¿quién admira los ríos de agua en los cristales? Stop. Parece que, después de todo, el invierno sigue prohibido… aunque sigue siendo estrictamente mío. Guardemos los desnudos para el agua de la playa y el sol eterno abrazando cada centímetro de mil y un cuerpos desquiciados.
¿Seguimos aún sin mirar el paisaje del cielo?
Una taza de paciencia y un pistacho de escapismo: un paraíso con paraguas, un invierno desvalido… es mucho decir, el invierno es mío, sólo mío. Después de todo, ¿quién admira los ríos de agua en los cristales? Stop. Parece que, después de todo, el invierno sigue prohibido… aunque sigue siendo estrictamente mío. Guardemos los desnudos para el agua de la playa y el sol eterno abrazando cada centímetro de mil y un cuerpos desquiciados.
¿Seguimos aún sin mirar el paisaje del cielo?