Monday, January 08, 2007

A a X


No miento si confirmo que el nombre de John Berger pululaba entre términos desordenados y propiedades privadas semi otorgadas. En mi último viaje a Barcelona conseguí el asiento de la ventanilla y disfruté de él tanto como pude hasta que la altura, las nubes y el aburrido paisaje peninsular se impusieron sobre el accidentado perfil de la costa mediterránea. La necesidad imperiosa de distraerme hizo que buscase a mi eterno acompañante de viaje, pero por despiste, el libro acabó en el bolsillo de mi maleta y tuve que recurrir a un buen segundo plato: el periódico. Recuerdo que la charla de mi inesperado acompañante de viaje distrajo mis intereses intelectuales pero no impidieron que recortara el artículo que Juan Cruz escribió sobre el londinense John Berger. Se trataba de un largo artículo se perfilaba algo parecido a esto:

Miles de personas en el mundo cuentan cuánto vale un cuadro, por cuánto se vende de un libro, cuántos discos vale un artista, cuánta gente ha ido a ver una película, creyendo que la cantidad ya ha suplantado a la calidad del arte, pero poca gente se pregunta, no obstante, qué es el arte, o pocos han dado una respuesta tan satisfactoria como para poner al menos a cinco entendidos de acuerdo. "El arte no es cuantificable", dijo el poeta, novelista, crítico y pintor inglés despues de regalar un par de besos al presidente del Círculo de Bellas Artes de Madrid, quien le puso sobre el pecho la medalla de oro de la entidad.

Fue poético, pero enfático. "Los jóvenes están recibiendo un mensaje equivocado, pueden terminar creyendo que el arte no es una cuestión de números, están siendo engañados", dijo Berger, muy sensibilizado con estos tiempos de sumas infinitas y de carencias también tan infinitas que hoy animan a que los filósofos se entretengan en nuevas pinceladas sobre estos nuevos tiempos tan poco originales.Relacionan la obra del inglés con la de "un ciudadano que ha revolucionado la manera de mirar las bellas artes y ha construido un universo que no se puede disociar de su intensa actividad política", una actividad política que, como dice el propio artista inglés "nace de la rabia, de la necesidad del grito". Nos quedamos con las palabras que la escritora estadounidense Susan Sontag le regala y con las que consigue sublimarlo : "escribe de lo importante, no sólo de lo que interesa".

El último libro de Berger se titula A a X, aún sin terminar. Son ocho meses de escritura en los que "A", Aida, le escribe a "X", Xavier. Las cartas aparecen tiempo después como perdidas en el tiempo y recuperadas de una caja destinada a ser pasto de palomas...

El libro promete, y yo, prometo leerlo.

En la familiaridad con el acto de mirar, Berger ha sabido construir una crítica viva del acto y el objeto estético y una voz ética que se instala en su comunidad de forma tan heterogénea como coherente. Teórico del arte, crítico, poeta y narrador, su escritura incisiva remite a esa vía familiar de autores empeñados en disolver el misterio que envuelve al arte en la atenta observación de la vida cotidiana.
"Cuando una pintura carece de vida se debe a que el pintor no ha tenido el coraje de acercarse lo suficiente para iniciar una colaboración. Se queda a una distancia "de copia". O, como sucede en los periodos manieristas como el actual, se queda a una distancia histórico-artística, donde se limita a hacer unos trucos estilísticos de los que nada sabel el modelo. Acercarse significa olvidar la convención, la fama, la razón, las jerarquías y el propio yo. También significa arriesgarse a la incoherencia, a la locura incluso. Pues puede suceder que uno se acerque demasiado, y entonces se rompa la colaboración y el pintor se disuelva en el modelo. O el animal devora o pisotea al pintor." de Unos pasos hacia una pequeña teoría de lo visible.

4 comments:

Anonymous said...

un café? para escucharte de viva voz toda esta reflexión...

Anonymous said...

creo que voy a tener que leer a ese tal Berger... parece realmente interesante

Anonymous said...

El acercamiento a la locura no es controlable si en realidad no tenemos la sensación de tener que frenar nuestros verdaderos pensamientos. Tal y como la naturaleza nos lleva hacia un estado de gracia que otros califican como bueno o malo, cada uno de nosotros nos deberiamos a atrever a ser ese genio que todos llevamos dentro, ese Dios que no nos atrevemos a descubrir.

Anonymous said...

Hoy no estoy nada profunda, debe ser el paracetamol... Cuando mi estado físico me permita ser algo más que un kleanex ambulante, reflexionaré ante tus artículos. Por ahora, me refugio en mis sábanas de franela.
Sé feliz.