
28 de nuevo, abril, primavera velada, lunares de agua en las aceras, un destino: entre papeles, un lugar: mi cuartel de eterno invierno: la biblioteca. Este pequeño artículo lo dedico a cuantos individuos pasan sus horas entre letras y números, entre libros, antiguos y modernos. Sentados en sillas de asientos semi trabados, semi destruidos, mesas verdosas, semi tatuadas, semi limpias, olor a lápiz y a sudor adolescente. Miradas cómplices, sonrisas calladas y no tanto, agobios fingidos y ciertos, mismas conversaciones, año tras año, mismo horario, misma vista en las ventanas, mismo clima: eterno invierno a cuarenta grados a la sombra.
Hoy también para quienes se niegan a envejecer, para esa pareja de abuelos que visita cada día los mismos asientos, las mismas mesas, con sus gomas de borrar, con sus arrugados folios, con su olor a viejo, aprendiendo inglés, a la vejez, un aplauso para vosotros, aunque no os conozco, y aunque no me conoceis, porque vivir es ver volver.